Factor económico

Rachel Reeves tiene una obsesión: el crecimiento

La nueva jefa de las finanzas públicas británicas ha acercado la izquierda al mundo empresarial y financiero, pero advierte que sus planes “molestarán a muchos”.

Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Sábado 13 de julio de 2024 a las 04:00 hrs.
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Foto: Reuters
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Sentada en la mesa de su cocina, Rachel Reeves solía ver a su madre sacar cuentas meticulosamente. “Cada centavo cuenta”, decía. Es el mismo lema con el que Reeves asumió el 5 de julio el cargo de Canciller o Ministra de Hacienda de Reino Unido. Justamente, el que esté a cargo de las finanzas públicas en un momento en que el país enfrenta, a decir de la propia Reeves, su escenario fiscal más delicado desde la Segunda Guerra Mundial, la convierte en uno de los ejes del Gobierno del primer ministro, Keir Starmer.

Ex economista del Banco de Inglaterra, graduada de Oxford y LSE, Reeves ha prometido reactivar el crecimiento como vía para estabilizar las cuentas fiscales, reducir la deuda y mejorar los demandados servicios públicos.

Los obstáculos no son pocos. La economía británica estuvo entre las más afectadas por la pandemia (con una caída del 10% del PIB), está prácticamente estancada desde el fin de la recuperación en 2023. El FMI proyecta que el crecimiento será de menos 0,5% este año y se mantendrá en torno a un 1% anual hacia el final de la década. Mientras, la deuda pública pasaría del 100% del PIB actual a 109% hacia 2029.

El nuevo Gobierno laborista ha prometido reducir el déficit fiscal del 6% del PIB (2023) a 4,5% este año y 3,2% en 2025. Pero la agencia calificadora S&P advierte que Reeves y su equipo enfrentan duras restricciones.

“La presión tributaria se encuentra ya en su nivel más alto de la posguerra, es probable que persista la presión para aumentar el gasto público, dado lo sobrecargados que están algunos servicios públicos clave (como salud y las cárceles), así como la necesidad de financiar la defensa y hacer frente a los costos crecientes relacionados con el envejecimiento de la población”, advirtió S&P a modo de bienvenida la misma semana que Reeves asumió el cargo.

En línea con otros líderes de izquierda, Reeves reniega de la idea de austeridad fiscal. Pero, más moderada que muchos en su campo político, la economista sabe que no hay avance sin el sector privado y que no se puede hablar de reducir la desigualdad con una economía estancada.

De ahí las dudas entre los analistas y el mercado sobre cómo logrará mejorar las cuentas fiscales, ampliar y mejorar los servicios públicos (como ha prometido Starmer) y financiar el anunciado plan de política industrial verde sin aumentar la deuda y sin reducir el gasto.

Reeves está determinada en demostrar que los laboristas sí pueden generar buen desempeño económico, y que el éxito en esa área de la dupla Tony Blair-Gordon Brown (1997-2007) no fue una excepción.

Primera mujer

Ya con su nombramiento ha roto otros estereotipos. Reeves es la primera mujer en ocupar la cartera de Hacienda en el Gobierno británico; y, con 45 años, la más joven desde 1783.

Hija de profesores, Reeves no es la primera ministra en estudiar en una escuela pública, pero su experiencia sí es de especial relevancia al ser parte central de un Gobierno que ha planteado cobrar IVA a las mensualidades de los colegios privados.

En su primera semana en el cargo, Reeves ha evitado referirse a la introducción de este impuesto, uno de los pocos que planea sumar.

“Hay que centrarse en hacer crecer la economía. Eso es lo que quiero conseguir. No creo que juguetear con los impuestos sea la mejor manera de hacer crecer la economía”, aseguró en una visita a Financial Times a mediados de junio.

Fue sólo una de las tantas visitas que Reeves realizó a actores del mercado para convencer a los poderosos de la City londinense de que no planea elevar impuestos de forma generalizada, y que -bajo su administración- el Partido Laborista será su aliado.

Llamada “la dama de hierro del laborismo”, Reeves muestra una determinación que ha estado ausente de los últimos gobernantes británicos y que asemeja a la icónica Margaret Thatcher. Es más, al explicar la gravedad de la situación económica y fiscal de Reino Unido, la voz de Reeves adquiere ese tono bajo y ronco similar al que Thatcher usaba para defender sus decisiones.

No deja de ser curioso que sea comparada a la líder conservadora. Reeves nació en febrero de 1979, durante el “invierno del descontento”, una época de protestas que culminó con la llegada de Thatcher al poder. Sus padres fueron acérrimos opositores a Thatcher y sus reformas de austeridad. Reeves siguió pronto sus pasos, y a los 16 años se afilió al Partido Laborista.

Sin embargo, nunca fue extremista. A diferencia de Starmer, que en su juventud dirigía una revista trotskista, Reeves siempre mostró una inclinación más socialdemócrata o de centro.

Su plan económico incluye una mayor intervención del Estado en diversos sectores, como la energía, la construcción y la industria. En su diseño hay elementos de política industrial, similares a las anunciadas recientemente por EEUU y la UE, para promover el “crecimiento verde” pero con montos muy inferiores debido a las restricciones fiscales.

En su primer discurso, Reeves detalló que la estrategia de crecimiento se basará en estabilidad, inversiones y reformas. El primer elemento contempla el fortalecimiento institucional y el cumplimiento de la promesa de campaña de no elevar los impuestos que más afectan a los hogares, como los tributos a la renta, el aporte a la seguridad social y el IVA.

Reeves cree que un Gobierno que muestre determinación para hacer cambios será capaz de atraer inversiones, en un escenario geopolítico más inseguro. Ello, promete, irá de la mano de reformas. La principal será al Sistema de Planificación y Permisos. Reducir la burocracia, anunció Reeves, significará devolver varias decisiones de inversión al poder central, especialmente para aprobar grandes proyectos. La prioridad la tendrán los proyectos en energía e infraestructura, especialmente vivienda.

Bajo la nueva modalidad, autoridades locales, deberán informar al poder central de todo proyecto que llegue a sus oficinas.

Reeves sabe que sus planes “molestarán a muchos”, pero advirtió que no dejará de “tomar las decisiones difíciles”. “Cualquier desarrollo puede tener consecuencias medioambientales, ejercer presión sobre los servicios y generar voces de oposición local. Pero no sucumbiremos a un statu quo diciendo siempre no, y relegando el interés nacional por debajo de otras prioridades”, advirtió.

¿Será suficiente se preguntan los analistas? Con un 17% del PIB, Reino Unido tiene la tasa de inversión más baja entre los países del G7 desde hace casi tres décadas y el FMI no proyecta una mejoría hacia 2029. Si Reeves no logra reactivar la inversión y con ella el crecimiento, se enfrentará a la dura decisión de elegir entre la austeridad fiscal, traicionando sus principios y la promesa de campaña de Starmer, o aumentar los impuestos, traicionando su propia promesa a los electores y al sector privado.

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